Bogotá 39 en Cartagena
26.1.08
Kiran Desai. La autora india está todo el tiempo al borde de la carcajada. Habla un tanto atropellada, riendo por el chiste del final de la frase, que hasta entonces solo ella conoce. Viéndola caminar, se entiende mejor ese dolor que condensa en historias como El legado de la pérdida, el libro que le valió el Man Broker Prize a los 35 años. Un dolor que relata la inmigración, una desgracia contada con frescura y hasta con un humor, que fluye con absoluta naturalidad. Desai conversó con Jon Gower sobre sus libros y su condición de extranjera aquí y allá, y en casi todas partes, de su llegada a Inglaterra, de su estancia en estados Unidos, de su insistencia por ser escritora, de otro inmigrante que se puso a escribir para pertenecer, V.S. Naipaul. “Hubiera sido una inmigrante más simple si no me hubiera puesto a escribir”, dijo. Es que los fantasmas la acorralaban a tal punto, que encerrada en casa no se animaba a salir, tenía miedo de los vecinos y hasta del cartero. Recordó a la única que la alentaba en ese momento en el que todos le decían que se buscara un trabajo de verdad: su madre, Anita Desai, también escritora y tres veces candidata al premio que consagró a su hija.
En una charla con Mario Jursich, Jorge Herralde respondió a la curiosidad felina del fetichista, la de aquel bibliómano que tiene en casa una pared cubierta de color amarillo vainilla, o como sabrán desde esta tarde, pantone Anagrama. ¿Cómo se eligió nombre? Se tomó de Senso e anagramma, de Renato Barilli. “me gusta mucho fonéticamente, la variedad de las letras, la imaginación encausada”, dijo el editor. ¿Quién escribe las contraportadas?, ¿quién elige las ilustraciones? ¿los colores?, ¿cómo es la vida de un editor? “Muy gratificante, permite explorar, compartir entusiasmos”. Y a la inevitable pregunta sobre cuándo sabe que está ante el manuscrito de un nuevo autor que será publicado, respondió lo de siempre, con aquella frase de Nabokov, “se siente un escalofrío en la espalda”. Una señora del público pidió que explicitara mejor esta idea. “Este escalofrío... es como un orgasmo”, sajó Herralde.
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