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El Hay Festival 'bailará' al ritmo de la música del africano Baaba Maal, en Cartagena”, “
Cronista de aventuras”, y así. Los periódicos dicen, los periódicos desean. El Hay, que siempre empieza como rumor, va transformándose en ruido sincopado, entre buses y aviones. Acabará en música, tendrá su canción. Boleros y tambores, Baaba Maal, Totó la Momposina. Y los 2pájarosdeuntiro. Aquel murmullo, es primero una maleta armándose en casa, con más libros que camisetas. ¿Qué libros llevar en el viaje? Juan Cruz comenta en
su blog que intentará acabar con
Vida y destino de Vasili Grossman, a ver si “lo agarra”. Un escritor que viaja dos asientos atrás del mío, me dice que aprovecha para leer el libro de un amigo al que le había dicho que le gustaba la novela, pero no la había leído. Buen sitio para ponerse al día, en lecturas y confesiones, la panza presurizada de una nave sobrevolando el océano. La mayoría de los asistentes atraviesan continentes, de una orilla a la otra, pero nadie como Pilar Quintana, que aunque vive en Colombia, parece que cruza medio mundo para salir y regresar a su casa en la barranca con el mar enfrente y la selva detrás. Hace poco me crucé a la autora de
Coleccionista de polvos raros en el aeropuerto de Bogotá. Llevaba no sé cuantos días entre puertos y aeropuertos sólo para hablar de literatura.
Si uno llega a Cartagena por tierra, sobre todo desde Magdalena, Barranquilla, verá varias veces la efigie del Pibe Valderrama estampada en las toallas colgadas al sol, o la de García Márquez en paredes que saludaban su paso en el tren amarillo que hace poco lo dejó otra vez en Aracataca. Fútbol y literatura. El fútbol vuelve a su manera al festival. Si otros años
Roberto Fontanarrosa o Jorge Valdano fueron los que acercaron letras y pelota, ahora parece que son Juan Gabriel Vázquez y el español Enrique de Hériz los que entrenan, se preparan, calientan. Alguien tendrá dudas sobre sus aptitudes futbolísticas, pero se los ve concentrados en el medio del estadio. Desde Bogotá 39 viene prometiéndose un picadito que no acaba de darse. O la edad de 39 años quedó excesiva para correr tanto, o el ritmo de estos eventos lo hace muy difícil.
A bailar, entonces.