25.1.08

Del bolero a los viajes, de los viajes a las guerras, y de vuelta a la casa, al barrio, a la calle, a la cuadra para contar la novela de viajes más interesante. Jon Lee Anderson, Hans Christoph Buch, y José Ovejero respondieron las preguntas de Julio Villanueva Chang en el teatro Heredia. No son pocos los cronistas de viajes que dicen que nada es más difícil que contar la propia calle. A cómo es la de cada uno, Buch respondió que es incapaz de contar el pueblo donde vive en el campo alemán; le es más fácil describir con precisión una esquina de Puerto Príncipe. Anderson, un norteamericano criado entre Asia y América Latina, que hoy vive entre Inglaterra después de años en Andalucía, contó de su pueblo “medio pirata”, de pocas calles y a tres horas de Londres, donde todavía los pescadores se dedican al tejido de redes, arte con el que supieron hacerse célebres: allí se construían las orcas para todo el imperio. José Ovejero, que por algo rima con viajero, vive ahora en la ciudad de Brusselas (¿por qué?, ¿por qué? le preguntan) en medio de un barrio que le ha planteado un reciclaje como novelista y viajero. El autor de Nunca pasa nada, que ya anduvo por todo el mundo (todo-el-mundo) quiere entrar en cada una de las casas de cada uno de sus vecinos. ¿La crónica de viaje de los próximos años será contar la de nuestros vecinos más próximos? Entender al otro, tal como nos pide Kapuscinski, aprehenderlo como un espejo de nosotros mismos. Viajar a la casa del lado para conocerlos, para conocernos.

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